martes, 25 de marzo de 2008

Cuba, voluntad para hacer y prevenir contra las drogas

La Habana, 25 mar (PL) La política de Cuba en el combate a las drogas, con severas sanciones a los narcotraficantes en correspondencia con la gravedad del delito, la ponen en situación aventajada frente al nocivo mal internacional.
Con el fortalecimiento de recursos técnicos y humanos y las estructuras destinadas a esa ofensiva y un estricto control de sus entradas y salidas, la isla da muestras de su voluntad para impedir que su territorio sea utilizado para tales prácticas.
Aun cuando la presencia de las llamadas sustancias ilícitas no rebasa los gramos, a diferencias de otras naciones donde se habla cotidianamente de toneladas, Cuba posee y utiliza mecanismos y capacidad tecnológica para detectar cualquier violación.
Autoridades del Ministerio del Interior confirmaron que en 2006 se registraran los más bajos índices de ocupación de estupefacientes de los últimos 11 años, con mil 660,89 kilogramos de marihuana, cocaína y pequeñas cantidades de hachís, crack y de diversos psicofármacos controlados.
Tal tendencia se mantuvo durante 2007, cuando fueron incautadas tres mil 074,6 kilogramos de drogas, cifra que se mantiene entre los reducidos totales de los últimos tres lustros.
De acuerdo con las estadísticas ofrecidas los volúmenes ocupados responden al aumento de de arribos de paquetes a las costas cubanas, lo que demuestra la actuación de las organizaciones narcotraficantes en su entorno geográfico.
Tales confiscaciones no hubieran sido posibles sin la activa participación de los organismos que integran la Comisión Nacional de Drogas, en particular el Ministerio del Interior y la Aduana General de la República en aeropuertos, puertos y marinas, y del sistema de protección en las fronteras marítimas.
Explican los especialistas que el incremento de los contactos de Cuba con el exterior propicia canales susceptibles de ser empleados para la entrada y tránsito de esas sustancias hacia terceros países, de ahí la necesidad de mantener la vigilancia.
Sin embargo, en el plano interno se mantienen reducidos los lugares de expendio y la disponibilidad de cocaína y cannabis procedentes del exterior, que sólo aparecen esporádicamente en la capital del país y cuya venta se limita a pequeñas dosis con altos precios.
Mientras en los municipios cabeceras de las provincias orientales, surge de forma ocasional la venta de pequeñas cantidades cannabis cultivada ilegalmente en esas zonas, al tiempo que aparecen insignificantes consumos de medicamentos controlados, como fuente alternativa a la escasez de un suministro estable de drogas.
El hachís y el crack solo están presentes eventualmente a través de quienes los introducen para su consumo personal. Otros estupefacientes como la heroína, morfina y las estimulantes de tipo anfetamínico no se comercializan en el país.
Contribución especial tienen en esos resultados la labor preventiva de los organismos involucrados en esta lucha, además del tratamiento a las adicciones y la divulgación de sus nocivas consecuencias en la población.
Dichos logros son reconocidos por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) en su informe publicado el pasado año.
De acuerdo con el informe, "en Cuba, se está intensificando aun más la lucha contra el narcotráfico mediante el aumento del reconocimiento aéreo, marítimo y radiotécnico y de la cantidad de efectivos guardafronteras".
"Esos esfuerzos están ayudando a consolidar el éxito de las operaciones en cuanto a prevenir el tráfico marítimo, incautarse un gran volumen de remesas de drogas ilícitas y sostener un intercambio constante de información con los organismos regionales competentes".
Dicho documento elogió también la presentación de los datos estadísticos entregados por las autoridades cubanas.
Sobre esa base y a pesar del interés de Estados Unidos de vincular a la isla y sus principales dirigentes al tráfico de drogas, en los últimos años sus autoridades no han podido negar los éxitos de Cuba en la prevención y combate a ese mal.
A pesar de ello se mantiene por parte del gobierno de ese país un enfoque politizado en el tratamiento a Cuba, al responder a una política unilateral, chantajista e injerencista, encaminada a culpar al resto de los países de los problemas de drogadicción en su sociedad
Resulta ilegítimo que Washington se otorgue el derecho de evaluar el desempeño de la isla u otra nación, cuando en el orden internacional existen mecanismos para ello.
Frente a esos ataques con sólidos principios Cuba tiene acuerdos de cooperación internacional antidrogas y es signataria de las tres principales convenciones de la Organización de Naciones Unidas en la materia.
Además, es firmante de más de 30 convenios bilaterales y más de 50 relativos a la asistencia judicial, penal y el traslado de sancionados.
El fortalecimiento de la colaboración con servicios antinarcóticos de otras naciones, el enfrentamiento permanente a todas las expresiones del narcotráfico internacional y la voluntad política de eliminar ese flagelo contribuyen al prestigio y respeto ganado en este tema.
Tales esfuerzos se materializan en el intercambio de información en tiempo real, investigaciones conjuntas, controles sobre personas y otros objetivos y detención de prófugos de la justicia, todo con un carácter serio y profesional.
Son sólidas también las relaciones con la Secretaría General de INTERPOL y sus oficinas regionales, ejemplo de lo cual es la captura en fecha reciente de un criminal internacional y las diligencias necesarias para su entrega a las autoridades pertinentes.
Es habitual por parte de Cuba tributar estadísticas a la JIFE y a la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito, en cumplimiento de los compromisos contraídos en temas de fiscalización y lucha contra esas sustancias.
Todos esos vínculos facilitaron el pasado año impartir tres cursos de preparación especializada por expertos extranjeros a los órganos nacionales vinculados a la lucha contra las drogas.
Sin embargo, Estados Unidos, como parte de su política hostil, ha rechazado las reiteradas propuestas de Cuba para una cooperación de mayor eficacia e integralidad, la cual reportaría un beneficio incalculable a la sociedad norteamericana.
Baste decir que durante el año 2007, uno de cada 12 trabajadores de jornada completa en los Estados Unidos fue consumidor de drogas ilegales, lo cual es el equivalente a unos 9,4 millones de personas.
Otros estudios realizados mostraron que casi 20 millones de ciudadanos estadounidenses abusan de alguna sustancia estupefaciente, siendo los jóvenes de entre 18 y 25 años los que más consumo de drogas registran.
Esos datos publicados en enero de este año por la Administración de Abuso Químico y Servicios de Salud Mental, adscrita al Departamento de Vida y Servicios Humanos de Estados Unidos, ratifican que el nivel de uso de sustancias ilegales en esa nación sigue siendo el más alto del mundo, a pesar de proclamarse abanderada de la guerra contra las drogas.
Muy por el contrario, Cuba no es productora de drogas, ni es utilizada como lugar de tránsito o almacén de narcóticos.
El enfrentamiento no es sólo de grandes recursos sino de eficacia y voluntad para eliminar, o al menos disminuir, ese mal en la sociedad, indicaron las autoridades del Ministerio del Interior de la isla.

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